domingo, 2 de enero de 2011

Infancia



Sí, se ha ido el año y parece que la vida.
Se nos marchan los padres y nos quedamos solos,
huérfanos del amor de la infancia,
de ese amor cierto que no tiene fatiga,
que no se compadece en el frío de las dudas,
que no se estremece con el paso de los días.
Amar como un padre, sin condicionales ni pretéritos.
En un presente constante: YO TE AMO…
Mejor como una madre: he nacido para amarte.
Has nacido para ser amado. Pero...
¿Y si matamos los pronombres?
¿Cúal sería el resultado?

Gelesar

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