lunes, 16 de abril de 2012

Seguridad - María Luisa Mora



Sé que no debo temer nada de tí;
que tú eres la mano silenciosa;
que tú eres la lluvia;
que tú eres el fuego; que tú eres la tristeza.

Sé que no vas enseñando mis heridas
a los perros enfermos de abandono.
Sé que, si tú sales, te acompaño;
que, si yo estoy, te quedas.
Y mis lágrimas están contigo bien seguras.

Por eso estoy tranquila. Te conozco.
Sé que nunca señalarás el sitio de mi pena,
el mapa de los pueblos anecdóticos,
las emociones oscuras de mis trenes.

Sé que, si caigo, me enviarás un aliento fugitivo
y me recogerás del suelo
igual que un barrendero lo hace con las hojas del
otoño.

Que, si me muerde el mal, le asestarás con tus ojos
puñaladas del odio que hay más noble en el
mercado.

Sé que me aprecias y me sigues la pisadas,
que cuando tú apareces, huyen las azucenas
ofendidas.

Sé que rezo y me besas en los labios.
Sé que devoras mis sentimientos íntimos
y los guardas en la caja fuerte de tu pecho.

Sé que puedo estar tranquila
mientras la vida pasa
Y deseas acompañarme en mi mañana.



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